dilluns, 22 d’octubre del 2012

Catastrofe en himalaya


En el Himalaya no hay tregua ni cuando se descansa al calor de la tienda de campaña y del saco de dormir. Se puede morir durmiendo. El trágico accidente ocurrido en la madrugada del domingo en el Manaslu (8.163 metros), donde perdieron la vida ocho alpinistas (entre ellos el español Martí Gasull) se suma a una macabra lista de desgracias similares. Los aludes tienen casi siempre la culpa, y esto pese a que los alpinistas eligen con detenimiento dónde instalar sus campos de altura, siempre a resguardo de las campas de nieve que dominan el lugar escogido. Las restantes víctimas eran de nacionalidad francesa, alemana, italiana y nepalí. Tres montañeros, dos franceses y un canadiense, continúan desparecidos.
EL PAÍS
Hasta ahora, 21 alpinistas han sido rescatados, siete de ellos fueron evacuados en helicóptero a Katmandú en las primeras horas tras la catástrofe, mientras que los otros 14 se encuentran en el campamento base de la montaña. Durante esta mañana, hora española, han sido trasladados a la capital nepalí seis cadáveres, informa Efe.
Según las impresiones de los supervivientes en el Manaslu, la rotura de un gigantesco serac (masas inestables de hielo) explicaría las dimensiones de la catástrofe, que barrió las 25 tiendas del Campo 3, situado a 6.800 metros, y una docena de ellas en el Campo 2 (6.300 metros), por lo que las autoridades nepalíes temían que hubiera varios desaparecidos. El esquiador norteamericano Glen Plake escribía en su diario cuando escuchó un estruendo que despertó a su compañero, Greg Costa. Plake pensó que se trataba de un golpe de viento, pero Costa supo de inmediato que se trataba de un alud. Un segundo después, salieron disparados ladera abajo, envueltos en un caos de nieve, hielo y pertenencias personales: “Ha sido un accidente enorme. Parecía una zona en guerra. Fui arrastrado 300 metros de desnivel más abajo, saltando por encima de un serac. Paré dentro de la tienda y aún dentro de mi saco. Dormimos con el ARVA encendido [aparato electrónico de búsqueda de víctimas de aludes] así que, descalzo, busqué señales de mis compañeros”, explicaba Plake en el sitio web de un amigo.
El trío buscaba descender por vez primera el Manaslu esquiando, al igual que un equipo formado por los alemanes Benedikt Böhm, Sebastian Haag y el canadiense Greg Hill. Estos últimos, según explica Plake, habían instalado su Campo 2 por encima del lugar habitual y no fueron alcanzados por el alud, lo que les permitió socorrer al resto de himalayistas que allí descansaban. Böhm y Haag ya habían intentado en 2007 un ascenso y descenso similar, pero el día de cima, en las mismas pendientes donde se ha desencadenado el accidente, decidieron renunciar espantados ante el riesgo de aludes.
Claude Manel, alpinista francés rescatado de 42 años, relató su experiencia: "Escuché el sonido antes de que llegara la nieve, y pude salir del saco de dormir. Creo que por eso estoy vivo. Empecé a rodar sobre la nieve, creo que unos 200 metros. Cuando dejé de rodar, la nieve me llegaba al cuello. Solo tenía una camiseta y apenas podía respirar. Un amigo estaba bajo la nieve. No sobrevivió. Yo logré salir porque el calor de mi cuerpo derritió la nieve".
El Manaslu ocupa el cuarto lugar en la lista de los ochomiles con mayor índice de mortalidad (se mide comparando la cantidad de intentos de ascenso y los fallecimientos registrados). Si en el más mortífero, el Annapurna, alcanza un 40% (es decir, solo cuatro de cada diez intentos por escalar la montaña consiguen su objetivo), en el Manaslu es del 22%. Pero el Manaslu no es una montaña técnicamente compleja, aunque sí sumamente delicada en lo que a posibilidades de aludes se refiere. Habitualmente, se acomete su ascenso en primavera, antes del monzón. En los últimos días, varios expedicionarios se mostraron preocupados por las intensas nevadas sufridas en la montaña, poniendo en duda sus posibilidades de ascenso, pero una ventana de buen tiempo y unos días de reposo en el campo base pusieron de nuevo en marcha a las diferentes expediciones, en las que cabían alpinistas de diferentes nacionalidades y experiencia, como es habitual en los ochomiles.
El español fallecido es el activista catalán Martí Gasull, fundador de la Plataforma per la Llengua, entidad cívica en defensa del uso del catalán, informa Joan Foguet desde Barcelona. Gasull, de 43 años, era conocido por su talante tranquilo, a pesar de defender con radicalidad democrática sus ideas. Conocido independentista, formaba parte de la nueva ola del soberanismo cívico, más centrado en acciones concretas (como fomentar el doblaje del cine en catalán) que en grandes alharacas. La Plataforma le calificaba así ayer en su página web: “Estaba comprometido con la lengua, la cultura catalana y era conocido por su humanidad y compromiso en la lucha por nuestro país”.

dimecres, 17 d’octubre del 2012

Felix Baumgartner salta en paracaigudes


Decía Douglas Adams en su impagable Guía del autoestopista galácticoque volar era un arte fácil, que solo requería una habilidad: aprender a arrojarse contra el suelo… y fallar. El domingo, Félix Baumgartnerconsiguió aplicar esa receta al menos durante 10 interminables minutos. Voló mucho más alto y más rápido que cualquier avión comercial, protegido solo por un traje a presión similar al de un astronauta. Con ello consiguió batir dos de las tres marcas que se había propuesto: salto desde máxima altura y máxima velocidad de caída; el tercero (máximo tiempo en caída libre) no pudo ser y sigue en poder de Joseph Kittinger, quien lo estableció allá por el año 1960.
Pese a las muchas precauciones adoptadas, el salto revestía serio peligro. A todos los efectos, cuando Baumgartner abrió la puerta de su cápsula estaba en Marte: presión inferior a una centésima de atmósfera. Temperatura de 20 grados bajo cero. Y una intensa radiación ultravioleta del Sol, ya que buena parte de la protectora capa de ozono quedaba ya por debajo de sus pies.

En el vacío virtual de la alta atmósfera, sin apenas aire que frenase su caída, Baumgartner aceleró continuamente hasta alcanzar los casi 1.350 km/h después de caer los primeros 10.000 metros en unos 40 segundos. A esa altura (unos 30 kilómetros), el sonido viaja algo más despacio que al nivel del mar, o sea que oficialmente puede decirse que esa velocidad corresponde a 1.24 Mach.Su única protección era la escafandra, similar a las que utilizan los astronautas en sus paseos espaciales o los pilotos de aviones de gran altitud como el U-2 o el SR-71. El visor, muy tintado, le protegía no solo del ultravioleta, sino también del rozamiento del aire.